Obras que no te puedes perder en los Museos Vaticanos
En las amplias colecciones de los Museos Vaticanos existen numerosas obras de gran belleza y trascendencia histórica, y una visita en la que se observen con detalle todas y cada una de ellas puede prolongarse durante varias horas. Por eso, te ofrecemos aquí una lista de las obras imprescindibles, por si vas con poco tiempo o por si lo que quieres es simplemente ver lo más importante.
1. Buen pastor paleocristiano
De esta obra lo más relevante es la iconografía que representa, la del “buen pastor”, una imagen nueva que surge tras el nacimiento del cristianismo. Se trata de una representación de Jesucristo muy frecuente en época paleocristiana y que nos lo muestra como el pastor que cuida de su rebaño. Esta iconografía, con el cordero sobre los hombros, bebe de diferentes fuentes: por un lado, del significado filantrópico que tenían en el mundo romano las imágenes que aparecían sujetando un cordero; por otro lado, de la escultura griega del Moscóforo (un Kurós que lleva un cordero sobre los hombros); y finalmente, de la imagen del Crióforo (Hermes llevando el cordero del sacrificio). La escultura del Vaticano es uno de los mejores ejemplos de esta iconografía.
2. Artemisa de Éfeso
Artemisa, diosa griega de la caza, los animales salvajes y las doncellas, tuvo en Éfeso uno de los templos más importantes del mundo antiguo y que formaba parte de las siete maravillas. La iconografía de la diosa en este templo era peculiar, pues se trata de la asimilación de la Señora de Éfeso –deidad local que era vista como una diosa madre– a la diosa griega Artemisa. Por eso, aparece representada con esas características protuberancias en el pecho, que muchas veces han sido identificados como múltiples pechos que simbolizaban la fertilidad.
3. Pigna
Se trata de una gran escultura de bronce en forma de piña que fue descubierta en el Renacimiento en el lugar en el que, en época imperial, estaba el Campo de Marte. Ahora ahí se localiza el barrio de la Piña, cuyo nombre le viene del hallazgo de la escultura.
4. Alegoría del Nilo
Se trata de una gran escultura de mármol, de época helenística y de la escuela de Alejandría, que representa la personificación del río Nilo acompañada de dieciséis niños. Tradicionalmente se ha considerado que estos niños representan los afluentes del Nilo, pero también es posible que representen los dieciséis codos que subían las aguas del río durante las crecidas. Además, hay otros símbolos que acompañan al río, como un cuerno de la abundancia, un cocodrilo y una esfinge.
5. Augusto de Prima Porta
Esta es una escultura de mármol (seguramente copia de un original de bronce destinado a decorar algún monumento conmemorativo) que representa a César Augusto con vestimenta militar y portando una rica coraza. Realizada en torno al cambio de era, fue encontrada en 1863 en la Villa de Livia (su esposa), muy cerca de la Prima Porta.
Se trata de una escultura de carácter propagandístico, que representa al emperador idealizado, realizando el gesto de pedir silencia para una adlocutio y ataviado con una coraza cuya decoración está cargada de simbolismo: rodeada de las imágenes del cielo, la tierra, Apolo y Diana, la escena central nos muestra cómo el rey Fraates IV de Partia devuelve las enseñas de Craso a un general romano (seguramente Tiberio); a los lados de esta aparecen las personificaciones de las provincias vencidas, Germania y Panonia. Estilísticamente deriva del Doríforo de Policleto, con el que guarda algunas semejanzas.
6. Apoxiomeno
El Apoxiomeno es una escultura de mármol de época romana. Supuestamente es la copia de un original griego de bronce realizado por Lisipo en el siglo IV a. C. y que aparece citado en la Historia natural de Plinio el Viejo. Esta obra fue descubierta en 1849 en el barrio romano del Trastevere.
Nos muestra a un atleta limpiándose con un estrígil (objeto metálico en forma de L y perfil convexo) los restos de sudor, tierra y ungüentos después de haber realizado algún ejercicio. Se trata de una temática bastante frecuente en la Grecia clásica y se han conservado más obras que lo representan. Estilísticamente, destaca su postura en contraposto y su cánon más estilizado de ocho cabezas.
7. Apolo Belvedere
El Apolo Belvedere es una representación en mármol de época romana. Su nombre le viene de haber sido expuesta en el Cortile del Belvedere del Vaticano a partir de 1511, momento en que alcanzó una gran fama. Se la supone una copia romana de un original griego de bronce realizado por ateniense Leocares (siglo IV a. C.) y que es citado por Plinio el Viejo y por Pausanias, quienes lo situaban delante del templo de Apolo Patroos de Atenas. No se conoce ni la fecha de su descubrimiento ni dónde se produjo este.
Esta escultura nos muestra al dios en una actitud dinámica, caminando, con un pie adelantado sobre otro, mientras su capa se apoya sobre su brazo extendido. Destaca la belleza idealizada de su rostro y de su cuerpo, atlético y juvenil al mismo tiempo. A lo largo de su historia ha sufrido diversas restauraciones, a una de las cuales le debemos la adición de las dos manos, en origen perdidas.
8. Laocoonte y sus hijos
Esta escultura de mármol representa el castigo a que fueron sometidos el sacerdote troyano Laocoonte y sus hijos, muertos por una serpiente. La escultura fue hallada en 1506 en las ruinas de lo que fue la Domus Aurea de Nerón y pronto fue identificada como el conjunto descrito por Plinio en Viejo en su Historia natural, quien lo atribuye a los escultores de Rodas Agesandro, Polidoro y Atenodoro (de ser cierta esta atribución, la obra debió de ser realizada en el siglo I d. C.). Estilísticamente, destaca la gran teatralidad de la composición, las formas abiertas y el fuerte expresionismo de los rostros, especialmente el de Laocoonte.
9. Mitra y la galería de los animales
Dentro de los Museos Vaticanos existe una sala dedicada exclusivamente a las representaciones de animales, muchas de las cuales llaman la atención por su gran calidad y realismo. De entre todas, es de destacar la que representa al dios Mitra, dios persa del sol y la luz que fue asimilado por el mundo romano. En Roma era objeto de un culto secreto asociado a ambientes militares y estaba vinculado a las ideas de honestidad, pureza y coraje. Es muy frecuente la iconografía que lo muestra como un joven con gorro frigio que sujeta un toro al que está punto de cortarle el cuello, mientras el animal es atacado por una serpiente y un perro.
10. Torso Belvedere
Se trata de un fragmento de una escultura que en origen representaría a un hombre montado sobre un animal. Fue encontrada en el siglo XVI en el Campo de las flores y expuesta en el Cortile del Belvedere (de ahí su nombre). Seguramente se trate de una escultura del siglo II a. C. inspirada en otra anterior. Destaca la postura retorcida y la gran calidad en la representación de la musculatura.
11. Hércules del Teatro de Pompeya
Este bronce dorado del siglo II fue descubierto en 1864 muy cerca del Teatro de Pompeya. Al parecer la escultura fue alcanzada por un rayo y poco después fue enterrada en ese mismo lugar. Con una postura en cotraposto, Hércules se apoya sobre una maza con su brazo derecho, mientras que con el izquierdo sujeta la piel del león de Nemea. Es sorprendente la semejanza que guarda con el Hércules Fulgor, otro bronce dorado descubierto en el Foro Boario de Roma y que se exhibe en el Palacio de los Conservadores.
12. Ángeles, Melozzo da Forlì
Se conservan en los Museos Vaticanos unos restos de pinturas murales que representan una serie de ángeles y que fueron realizados por el pintor renacentista Melozzo da Forlì. Admirador de Piero della Francesca –cuya obra lo influye fuertemente–, entró a trabajar en el Vaticano como pictor papalis. A pesar de no ser muy conocido, lo cierto es que es una figura clave dentro de la historia del arte.
Las imágenes de los ángeles formaban parte de la decoración del ábside de la Iglesia de los Santos Apóstoles. Esta pintura fue realizada en 1480 y representaba la Ascensión de Cristo. En 1711 el ábside fue derribado para la modernización de la iglesia, perdiéndose el conjunto pictórico. De este, destacaba sobre todo el uso de la perspectiva, así como la monumentalidad de las figuras y el brillo de la luz y los colores.
13. Entierro de Cristo, Caravaggio
Una de las obras más monumentales de Caravaggio (300 x 203 cm), se trata de un óleo sobre lienzo realizado entre 1602-1604 y que representa la deposición del cuerpo de Cristo sobre una lápida de piedra. Esta obra fue encargada por Alessandro Vittrice para decorar uno de los altares de la Iglesia de Santa María in Vallicella (la Chiesa Nuova).
Con el fuerte claroscuro y el naturalismo propio del arte de Caravaggio, la composición en diagonal de esta obra dirige nuestra mirada desde la mano que cae de Cristo hasta las manos alzadas de María de Cleofás. Un recorrido que también nos lleva desde la tierra al cielo y desde la calma del cuerpo muerto hasta el frenesí de María, pasando por el dolor contenido de todos los demás personajes.
14. Transfiguración de Cristo, Rafael
Esta gran obra de 405 x 278 cm fue la última pintura que realizó Rafael. Pintada entre 1517-1520, se supone acabada por su discípulo Giulio Romano tras la muerte del maestro. Fue realizada por encargo del cardenal Julio de Medicis para la catedral de Narbona, adonde nunca llegó.
La composición queda dividida en dos partes bien diferenciadas: una superior, en la que aparece la transfiguración de Cristo y en la que domina la luz y la simetría, y otra inferior, en la que se ve cómo los evangelistas intentan curar a un niño enfermo y en la que se abren paso el caos y la oscuridad. Estilísticamente este cuadro es un anticipo de todo lo que vendrá después, con sus figuras estilizadas y contorsionadas, su claroscuro y sus rostros expresivos.
15. San Jerónimo penitente, Leonardo
Esta obra inacabada de Leonardo da Vinci es un óleo y temple sobre tabla realizado en torno a 1480 y que nos muestra a san Jerónimo penitente.
Esta pintura representa a san Jerónimo en el desierto, delgado y sufridor durante su penitencia, pero al mismo tiempo con gesto de espiritualidad en su rostro. Con su postura marca una diagonal que articula el cuadro y que contrasta con el cuerpo serpenteante del león (símbolo de este santo), tumbado a sus pies. La casi monocromía del cuadro y el escenario de fondo creado con rocas puntiagudas dotan a esta imagen de un cierto aire de misterio.
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